jueves, 7 de mayo de 2015

ya no ...

Cada uno en una punta de la casa, yo en la mesa tú en el sofá.
No hablamos, solo tragamos saliva. Notando a cada segundo la tensión que nos rodea.
Tantas anécdotas, tantas historias en nuestras memorias, que ahora resulta raro vernos como extraños.
No se me ocurriría acercarme a ti, todo está seco y parece muerto.
Hemos regado y hemos abonado pero parece que no surge efecto. Los ánimos decaen, una sensación sórdida y densa como el humo envuelven el comedor. No sabemos qué decirnos. Es difícil cuando todo ha caído.
¿Qué se debe decir en este momento? ¿Me voy? No.
Tenemos toda una vida juntos.
¿Qué hacemos? La respuesta es evidente.
Diseccionar esto con lentitud y dolor.

Te miras en el espejo, colocado estrategicamente para dar sensación de amplitud,
y el reflejo te muestra adioses pegados en cada poro de tu piel, adioses cayendo por tu cara,
adioses resecos en los labios, adioses pegados en tus dientes.  Me miro y no me reconozco.
¿Qué nos ha pasado?
El tiempo nos ha envejecido y nuestro amor ha palidecido.
Igual que en los perros; el amor por cada año humano, ha vivido 7.
Y por supuesto ha muerto antes que nosotros.

La mueca silenciosa, los labios dejados caer, mostrando uno de los semblantes más horribles.
El rostro que afirma la conciencia de saber que TODO se desmorona.
Estoy en medio de la jodida tormenta. Tardes en el sofá, chapuzones en el río, sexo con calcetines, me rodean siguiendo el sentido del viento. Y aquí sigo , en el ojo del puto huracán.
Llegar aquí ha costado,  pero pensar en lo que debo avanzar para salir...
No puedo mover ficha. Jaque mate amiga mía.
Atisbo en la lejanía como el dolor se acerca con traje y corbata, con las hojas del seguro bajo del brazo y habiendo marcado con una cruz dónde debo firmar.


El silencio permanece, ya no me acuerdo como sonaban nuestras voces en armonía.
Ya no me acuerdo de nuestra risa rebotando en las paredes. Ya no me acuerdo de un "nosotros".
Ya no.






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