sábado, 18 de julio de 2015

quijote

El tornillo perdido reposa sobre mi mesita,
allí pueden encontrar todo lo que precisen,
pelos de gatos, poesía barata, colillas encendidas,
despertadores que lloran la perdida de sus manillas.

No niego la entrada a nadie,  sólo pido:
Silencio.
Las palabras sonoras no son bienvenidas,
ni los recuerdos nítidos,  ni las alegrías.
¡Y menos las mías!

Así pues, me reservo el derecho de admisión
no vaya a ser que con el revuelo y la confusión,
entres por la puerta por donde saliste.
Eso no lo permitiría, con una vez ya bastó.

Me lamo las heridas, soy autosuficiente,
intento , cuando puedo, ahorrar en saliva
no hablo, no escucho, ni siquiera me oxido,
eso sí, yo me cuido. Tomo mucha fruta y bebo vino.

Estas son las andanzas, de una flacucha don Quijote,
viendo gigantes infelices, allá dónde hay molinos doloridos,
Con un gordo por compañero y una gata arisca por doncella,
con una locura incipiente y un final no demasiado valiente.
























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